Todo ha terminado. Ni dolor, ni sed, ni hambre…
nada. Agarrado al tiempo, recorre con sutileza la vida que se escapa entre
suspiros y lamentos ante una tormenta que lo mancha todo de luz eléctrica. Esa
efímera luz que es la juventud… Y he decidido que ésta ya no pasará tan súbita,
porque ya no esperaré a nada ni a nadie. Sólo a ser feliz y a lo que venga, no
a lo que ya ha pasado. Somos hijos del hoy y el futuro está concebido de
nosotros, el ayer no existe y de él tienes tú el mando; de hacerlo desaparecer
para no darte cuenta, demasiado tarde, de que has pasado tu juventud mirando
hacia atrás sin percatarte de que la realidad coexiste de frente. Y es que en
la vida sólo miramos atrás para soñar… Se acabó. Sólo soñaré con el hoy y con
el mañana, viviré hoy y viviré mañana. Y si se atreve, que sea el pasado quien
me mire de frente y se instale en mi ahora; puesto que yo ya he hecho bastante
por él y estoy exhausto de evidenciar que él no hiciese nada por mí.
Me bastará una brisa conglomerada de miles de aromas
diferentes, me bastará una oscuridad imperiosa en la que la humedad y lo
místico tracen dibujos imposibles y hagan de mi sugestión su juego, me bastará
el delicado tacto de un pétalo de jazmín rozando las yemas de mis dedos, me
bastará contemplar un amanecer cubierto de nubes grises que me empape de rocío
el rostro y a la postre de lluvia; para saber que ya no temo a la muerte, que
ésta no existe, que mi vida es eterna y, que mi mirada, te pertenece a ti,
mañana.
Carta
de separación:
Firma:
La Noche
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